Parte de mi
En agosto de1996 nació mi primer hija, desde el sexto mes de embarazo había decidido no vivir con su papá.
Las críticas no se hicieron esperar, de todos lados menos de mi vieja. Trabajaba en una fábrica desde los quince, en flores, años complicados, teníamos sueldos atrasados, hicimos sentadas en la puerta, cese de actividades, hasta que cerraron por quiebra en 1998
Estaba sin trabajo y con una beba, su papá me ayudaba, pero yo quería todo para mi hija, mi hermano me lleva a trabajar al mercado central.
Empecé trabajando como cajera en un puesto de frutas y verduras, ganaba diez pesos por día, el cordobés que me había contratado un tipo espléndido que se dedicaba a hacer quesos en La falda, O sea, del mercado central no entendía nada, para ese entonces ya alquilaba una casita para ella y para mi, no teníamos ni mesa ni sillas, pero era nuestro, mi mamá y el papá de Melina me ayudaban con el cuidado de ella. Pasé días espantosos, yo tampoco sabía lo que era el mercado central, trabajaba en una feria donde convivía a diario con trescientos tipos más los de las naves, no fue fácil. Un día estaba atendiendo y un montón de tipos se acercaban y me ponían monedas de un peso en la mano, y todos se reían, yo no entendía nada, por allá llegó mi hermano me vio parada temblando entre la gente y vino a sacarme, me habían colgado un cartel en la espalda que decía "Todo esto por un Peso" me llevó al baño y lloré mucho, mucho de miedo y de bronca. Aclaro que mi hermano es dos años más chico que yo, hablamos y le pedí que no les dijera nada, tenía miedo.
Me pare delante del puesto y volví a trabajar como si nada, Como era de esperarse el cordobés se fundió, y yo otra vez sin trabajo, pero en el mercado central nadie se queda sin trabajo, me fui con otro puestero, se llamaba Walter.
Un forro, degenerado que me pagaba siete pesos días comunes y diez días de feria, me explotaba y humillaba Walter era un tipo casado, trabajaba con su hermano Omar, el maltrato era constante, cierta vez me tocó la mano cuando me estaba por pagar y yo tiré la plata al suelo, Empezó a decir que yo era torta.
No me importaba quería trabajar, otro día me dejó encerrada dentro de una cámara de frío, lloraba y le pedía que me saque, vino otro abrir, el se había ido. Al otro día dijo que fue un chiste, que si quería ser marimacho(sólo por trabajar ahí) que tenía que aprender que esas cosas me iban a pasar Walter era siniestro conmigo, me daba trabajo cuando quería, no me pagaba igual que al resto y me acosaba constantemente, fue la peor parte de trabajar en el mercado.
En eso años, no había mujeres, a no ser que fueran las esposas de los puesteros, o la amante de alguno. Yo necesitaba trabajar si o si, y afuera del mercado era mucho peor, no había nada, sólo hambre y gente reclamando, ya medio me conocían en la feria y empecé a hablar con otros pibes, todos ganaban más que yo, yo hacía lo mismo que ellos y a veces más.
Un día me dicen que en el puesto de la punta de la feria un gordo iba a tomar gente, era fin de semana del día de la madre, Walter me dice te vas a quedar hoy repasando verduras hasta las doce y después no vengas a trabajar xq es tu día.Yo, justo yo que no tocaba una mandarina para que no me echen del trabajo.
Le dije que no importa, que necesitaba.
Me dijo que no, que me vaya.
El domingo día de la madre me fui igual al mercado, a las cinco de la mañana estaba ahí, me puse primera en la fila de los changas y esperé al gordo ese. Cuando llegó ni me miró, agarró tres tipos para trabajar, el gordo usaba una cartera abajo del brazo, lo corrí por toda la feria y le rogué que me pruebe.
Me miró y dijo "no quiero problemas con Walter, vos sos su empleada".
Le dije
"No señor, yo no soy su empleada, no quiero trabajar más con él, me tocó la mano varías veces y yo no quiero que me toque"
El gordo casi llora.
Me dijo ponete ahí adelante y despacha, por tu culpa voy a tener problemas.
Empecé ese día a trabajar con Edgardo.
Yo estaba feliz, era uno de los que más pagaba en la feria, Walter cuando me vio trabajando ahí, le dijo a todo el mundo que él me había echado por robarle monedas. Yo, justo yo que no tocaba una mandarina para que no me echen del trabajo. Trabajar con Edgardo cambiaba todo, ganaba veinte los días de feria y quince los comunes.
Pero mis compañeros ganaban 30.
Yo quería ganar eso.
Lo necesitaba, quería ganar como todos.
Sino me llamaban iba igual, trabajé días enteros sin que me paguen, iba todos los días a las cuatro y media ya estaba bajando del verde, un colectivo trucho que antes entraba al mercado, a veces descargaba camiones enteros y no me daban un sólo peso. Me iba con el bagallo solo. Estuve meses enteros trabajando días de feria por plata y el resto de los días cobrando nada o sólo llevando frutas, pero afuera no había nada.
Hasta que un día Edgardo, harto de verme me dijo "Vas a venir todos los días con un franco por semana, vas a ganar igual que el resto, si faltas te echo, si tenes un problema con alguno en el puesto te echo" fui feliz, iba a ganar igual que el resto, treinta pesos por día.
Aprendí a embalar, a cargar y descargar, a armar frutas y verduras, a pelearme a cajonazos, estuve un año entero esperando ese puesto. Aprendí todo lo que hacían los pibes, sólo para poder trabajar. Hasta el día que Edgardo decidió darme el trabajo ya era Navidad de 1999. Trabajé diez años en total en el mercado central, llegué a tener dos puestos de frutas y verduras.
El año que trabajé casi sin sueldo
Me mantenía vendiendo tarimas y cajones sin seña. Por eso hoy paro, hoy marcho y lo hago al lado de mi hija.
Porque yo sé lo que es trabajar sin descanso, que te humillen, acosen, difamen y te paguen miseria.
Simplemente por ser mujer.
8 de marzo 2018
Las críticas no se hicieron esperar, de todos lados menos de mi vieja. Trabajaba en una fábrica desde los quince, en flores, años complicados, teníamos sueldos atrasados, hicimos sentadas en la puerta, cese de actividades, hasta que cerraron por quiebra en 1998
Estaba sin trabajo y con una beba, su papá me ayudaba, pero yo quería todo para mi hija, mi hermano me lleva a trabajar al mercado central.
Empecé trabajando como cajera en un puesto de frutas y verduras, ganaba diez pesos por día, el cordobés que me había contratado un tipo espléndido que se dedicaba a hacer quesos en La falda, O sea, del mercado central no entendía nada, para ese entonces ya alquilaba una casita para ella y para mi, no teníamos ni mesa ni sillas, pero era nuestro, mi mamá y el papá de Melina me ayudaban con el cuidado de ella. Pasé días espantosos, yo tampoco sabía lo que era el mercado central, trabajaba en una feria donde convivía a diario con trescientos tipos más los de las naves, no fue fácil. Un día estaba atendiendo y un montón de tipos se acercaban y me ponían monedas de un peso en la mano, y todos se reían, yo no entendía nada, por allá llegó mi hermano me vio parada temblando entre la gente y vino a sacarme, me habían colgado un cartel en la espalda que decía "Todo esto por un Peso" me llevó al baño y lloré mucho, mucho de miedo y de bronca. Aclaro que mi hermano es dos años más chico que yo, hablamos y le pedí que no les dijera nada, tenía miedo.
Me pare delante del puesto y volví a trabajar como si nada, Como era de esperarse el cordobés se fundió, y yo otra vez sin trabajo, pero en el mercado central nadie se queda sin trabajo, me fui con otro puestero, se llamaba Walter.
Un forro, degenerado que me pagaba siete pesos días comunes y diez días de feria, me explotaba y humillaba Walter era un tipo casado, trabajaba con su hermano Omar, el maltrato era constante, cierta vez me tocó la mano cuando me estaba por pagar y yo tiré la plata al suelo, Empezó a decir que yo era torta.
No me importaba quería trabajar, otro día me dejó encerrada dentro de una cámara de frío, lloraba y le pedía que me saque, vino otro abrir, el se había ido. Al otro día dijo que fue un chiste, que si quería ser marimacho(sólo por trabajar ahí) que tenía que aprender que esas cosas me iban a pasar Walter era siniestro conmigo, me daba trabajo cuando quería, no me pagaba igual que al resto y me acosaba constantemente, fue la peor parte de trabajar en el mercado.
En eso años, no había mujeres, a no ser que fueran las esposas de los puesteros, o la amante de alguno. Yo necesitaba trabajar si o si, y afuera del mercado era mucho peor, no había nada, sólo hambre y gente reclamando, ya medio me conocían en la feria y empecé a hablar con otros pibes, todos ganaban más que yo, yo hacía lo mismo que ellos y a veces más.
Un día me dicen que en el puesto de la punta de la feria un gordo iba a tomar gente, era fin de semana del día de la madre, Walter me dice te vas a quedar hoy repasando verduras hasta las doce y después no vengas a trabajar xq es tu día.Yo, justo yo que no tocaba una mandarina para que no me echen del trabajo.
Le dije que no importa, que necesitaba.
Me dijo que no, que me vaya.
El domingo día de la madre me fui igual al mercado, a las cinco de la mañana estaba ahí, me puse primera en la fila de los changas y esperé al gordo ese. Cuando llegó ni me miró, agarró tres tipos para trabajar, el gordo usaba una cartera abajo del brazo, lo corrí por toda la feria y le rogué que me pruebe.
Me miró y dijo "no quiero problemas con Walter, vos sos su empleada".
Le dije
"No señor, yo no soy su empleada, no quiero trabajar más con él, me tocó la mano varías veces y yo no quiero que me toque"
El gordo casi llora.
Me dijo ponete ahí adelante y despacha, por tu culpa voy a tener problemas.
Empecé ese día a trabajar con Edgardo.
Yo estaba feliz, era uno de los que más pagaba en la feria, Walter cuando me vio trabajando ahí, le dijo a todo el mundo que él me había echado por robarle monedas. Yo, justo yo que no tocaba una mandarina para que no me echen del trabajo. Trabajar con Edgardo cambiaba todo, ganaba veinte los días de feria y quince los comunes.
Pero mis compañeros ganaban 30.
Yo quería ganar eso.
Lo necesitaba, quería ganar como todos.
Sino me llamaban iba igual, trabajé días enteros sin que me paguen, iba todos los días a las cuatro y media ya estaba bajando del verde, un colectivo trucho que antes entraba al mercado, a veces descargaba camiones enteros y no me daban un sólo peso. Me iba con el bagallo solo. Estuve meses enteros trabajando días de feria por plata y el resto de los días cobrando nada o sólo llevando frutas, pero afuera no había nada.
Hasta que un día Edgardo, harto de verme me dijo "Vas a venir todos los días con un franco por semana, vas a ganar igual que el resto, si faltas te echo, si tenes un problema con alguno en el puesto te echo" fui feliz, iba a ganar igual que el resto, treinta pesos por día.
Aprendí a embalar, a cargar y descargar, a armar frutas y verduras, a pelearme a cajonazos, estuve un año entero esperando ese puesto. Aprendí todo lo que hacían los pibes, sólo para poder trabajar. Hasta el día que Edgardo decidió darme el trabajo ya era Navidad de 1999. Trabajé diez años en total en el mercado central, llegué a tener dos puestos de frutas y verduras.
El año que trabajé casi sin sueldo
Me mantenía vendiendo tarimas y cajones sin seña. Por eso hoy paro, hoy marcho y lo hago al lado de mi hija.
Porque yo sé lo que es trabajar sin descanso, que te humillen, acosen, difamen y te paguen miseria.
Simplemente por ser mujer.
8 de marzo 2018
Muy bueno, Marishma. Seguís trabajando en el Mercado Central?
ResponderBorrarHola. Gracias. No, ya no trabajo ahí.
ResponderBorrarMe di cuenta ni bien mandé el comentario que ya no estabas trabajando ahí, si. No daban las fechas. Mala mía. Te preguntaba porque con Kranear, un medio digital compañero que tenemos con un grupo de compañeros, andamos atrás de Nahuel Levaggi, el director del Mercado, y parte de la organización Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). Quizá nos podías dar una mano, pero no.
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